A veces, escuchar a alguien que se dedica a la política te hace acordarte de aquel chiste tontorrón en que un adolescente a punto de salir de marcha pregunta:
- Mamá, ¿no habrás visto una cajita con pastillas de colores?
- Anda, hijo, deja de preocuparte por tonterías y ayúdame a sacar este dragón de la cocina.
El mismo día en que la candidata a presidir “la región más libre” se descolgaba con eso de ‘adopte un pueblo’, a medio camino entre la ocurrencia y el desatino, en uno de esos lejanos mundos ajenos a la capital del reino se celebraba la III edición de 4 Gatos.
Y es que a los cuatro gatos que ‘rexisten’ –como nos contaba el Bloque Joven Rural– no creo que les haga gracia la idea bucólica de “atesorar recuerdos”, que también, sino que lo que quieren es que se cumplan sus derechos, o sea, que haya servicios públicos –desde sanidad, escuela, transporte o internet- que garanticen su calidad de vida y les permitan desarrollar actividades económicas con que ganársela. Eso de que alguien de la capital adopte un pueblo para darse un paseo como quien va a un zoológico, yo (que no soy de pueblo), creo que en el mejor de los casos se la trae al pairo, cuando no les puede llegar a ofender.
Por eso, y para dar visibilidad a las posibilidades y los retos de la vida en el rural, y reivindicar una cultura sin distinciones –y hasta llevar con orgullo ser de provincias-, este año el festival ha vuelto a contar con la colaboración de artistas de lo más variado, que también hay música en la España vaciada: desde el folk de Los Remeros del Zapardiel a los juegos de palabras de Sin Voz ni Don; de las suaves melodías de Binomio Nómada al ska de la Familia Iskariote; de los acordes acústicos de María Santos a la electrónica y feminista Larah Fémina.
Y, sobre todo, para llamar la atención sobre la despoblación. Si las necesidades de una sociedad determinan su ética, la España vaciada, lejos de ser un desafío rural, es un problema que tendremos que abordar, también, desde las ciudades. Al igual que el acceso al agua o a la energía. Y para recordárnoslo y tomar conciencia de algunas alternativas a nuestro alcance, uno año más estuvo en San Pelayo –el primer municipio que confió en EnergÉtica para el suministro de energía renovable- el prototipo de unidad móvil fotovoltaica, que dicho así suena a novela de ciencia ficción. Pero ‘la SolE’ ya resulta familiar a la gente de estos lares y, como en ediciones anteriores, ha sido la encargada de abastecer de electricidad algunas de las actuaciones del festival.
Que la postulante a gobernar la comunidad central de nuestro mapa no vea relación entre todo lo anterior y esa macro-operación urbanística que casi todo el mundo aplaude, puede significar que sigue de globo. La alucinación y la ficción son cosas distintas. Con la primera, y de forma momentánea, puedes ver dragones inexistentes; la segunda, te invita a imaginarlos, a sentar dragones en la cocina. La imaginación es la herramienta más poderosa que tenemos para construir nuestros propios relatos, quizá la única capaz de arrojar luz “en un pozo guardado por un puño de cieno”.