Gigantescos molinos eólicos. Complejas infraestructuras hidráulicas. Extensas cubiertas fotovoltaicas. Cuando hablamos de renovables lo primero que se nos viene a la cabeza son imágenes de grandes instalaciones, como si estuvieran solo al alcance de unas pocas personas: las que tienen necesidades energéticas elevadas, cuentan con un espacio suficiente y tienen dinero como para hacer esas inversiones. Pero… ¿esto tiene que ser siempre así?

Claro que no: las renovables son escalables y se adaptan a cualquier necesidad. La fotovoltaica, por ejemplo, es capaz de generar electricidad con una célula de silicio de unos pocos centímetros cuadrados: así se logra cubrir necesidades energéticas discretas y deslocalizadas, como las que tenemos al salir de paseo. Ese es el objetivo de Light Humanity, un proyecto solidario que comercializa materiales como una lámpara solar que proporciona 8 horas de luz a partir de la carga durante 8 horas de sol. O un panel ultraligero y plegable que permite cargar completamente el móvil en apenas dos horas en mitad del monte.

Pero si útiles son los artefactos que comercializa Light Humanity, más lo es el proyecto solidario que promueven: por cada producto solar que compras, se entrega una lámpara solar a una familia de la Amazonía, evitando así el uso del contaminante queroseno en sus necesidades de iluminación. Porque como dice Eugenio García-Calderón, el promotor de esta hermosa iniciativa y buen amigo de Energética, “el sol brilla para todas las personas”.

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