La estratosférica escalada de los precios de la luz

Estos días la prensa y la televisión nos están informando de la espectacular escalada de los precios de la electricidad: mientras que 2020 ha sido un año histórico por lo bajo (33,96 €/MWh), los primeros días de 2021 nos han sorprendido con una escalada histórica que, algunas horas, ha puesto a la electricidad a la desconocida cantidad de 120 €/MWh.

Explicar el origen de esta escalada es tarea imposible (estamos hablando del inextricable, insondable e incomprensible mercado eléctrico español), pero vamos a hacer lo posible para acercarnos a ello.

La respuesta corta por si tienes prisa

El precio de la electricidad ha subido porque ante la mayor demanda de electricidad por el temporal de frío, el mercado ha tenido que comprarla a las plantas más caras, las de gas natural.

Pero detrás de esta explicación para salir del paso, se esconde un mundo de causalidades. Vamos a por ellas.

Lo primero: tú lo pagas más caro

El precio de la luz del que habla la prensa estos días se refiere al que están pagando las empresas comercializadoras y que luego venden a sus clientes. No busques en tu factura esos 90 ó 120 €/MWh (o sea, 0,09 ó 0,12 €/kWh), porque ese es el precio al que tu proveedor eléctrico, Som Energia, la compra en el mercado para ti. Pero ella te la vende a 0,127 €/kWh como puedes comprobar en tu factura o en la página de nuestras tarifas. La diferencia entre una cantidad y otra es, claro, el margen comercial de la empresa… pero la parte que se destina a otros costes de la producción y distribución eléctrica: costes por capacidad, las pérdidas de red, el pago al operador del sistema, los pagos por interrumpibilidad, etc.

Pero además de la energía que consumes, en tu factura hay otro montón de cosas (la potencia, los impuestos, el alquiler del contador o el pago por el bono social) que son independientes del precio de la electricidad en el mercado (lo explicamos en la página «Entiende tu factura»). Se trata de factores cuyos precios no han subido estos días; o sea, que la subida del precio de la luz podría tener una repercusión relativa de unos pocos euros al mes, ya que la electricidad es, en realidad, solo un tercio de tu factura eléctrica.

Es el mercado, amigo

La electricidad, aunque nos pese, es un producto que está sometido en nuestro país a las leyes del libre mercado, de manera que cuando hay mucha oferta y poca demanda el precio baja (así ha sido en 2020), y cuando hay poca oferta (producción en nuestro caso) y mucha demanda, el precio sube, como hemos sufrido estos días.

Pero ¿cómo funciona este mercado para provocar estos bailes de precios?

Al mercado eléctrico también se le llama «pool», que en inglés significa «piscina»; pues vamos a imaginar que en efecto el mercado es una piscina a la que acuden los productores de electricidad con cubos para echar su agua y también las comercializadoras, que van con sus cubos a recoger el agua que necesitan para sus clientes. Para acordar el precio, el piscinero (en España es el OMIE que utiliza para hacer estas cuentas un algoritmo llamado Euphemia) suma todas las necesidades de los compradores y marca el tope de la piscina, hasta dónde hay que llenarla.

En ese momento va llamando a los vendedores y les pregunta por la cantidad de cubos que tiene cada uno y el precio al que están dispuestos a venderla. Hay cubos de todos los colores y tamaños: hay agua límpida y cristalina (la de las energías renovables) y otra más sucia y apestosa (la de las nucleares); unos cubos más baratos y otros más caros, y el piscinero va llamando a los vendedores para empezar a llenar la piscina comenzando por los que venden el agua más barata. Suelen ser los renovables y los nucleares (estos dejan la piscina hecha un asco, qué se le va a hacer) porque sus costes de explotación son muy bajos (unos porque su combustible es gratis y otros porque sus carísimas instalaciones están amortizadas hace años, así que les sale baratísimo producir electricidad).

Si con esos cubos no logra llegar al tope, hace pasar a los siguientes vendedores en precio para que echen también sus cubos. Justo cuando llegue al borde de la piscina, el piscinero toca el pito y acaba el acarreo de cubos: los vendedores que tenían agua cara se quedan sin vender sus cubos; a lo mejor espabilan para el día siguiente… Pero lo gracioso de este sistema de construcción de precios (que se llama “marginalista” y es el que domina en todos los países de nuestro entorno) viene ahora: el precio que pagarán todos los compradores es el del último cubo de agua que haya entrado en la piscina, y ese precio es el que cobrarán todos los productores, ¡aunque sus costes de producción sean mucho menores!

Todos ganan… excepto el consumidor

Pues bien, lo que ha pasado estos últimos días es que los productores que han marcado el precio de la electricidad son los de las centrales de ciclo combinado, alimentados con gas natural, que son las centrales más caras en España. Caras porque el gas es un combustible caro (comparado con otros), y que sufre las tensiones geopolíticas del uso de este combustible fósil y la subida de precios habitual en invierno. Y caras también porque tiene que incluir entre sus costes de operación además los derechos de emisión de CO2, lo que sube sus precios en torno a 12-13€/MWh.

Lo paradójico es que ese precio de 90 €/MWh lo cobran esas centrales caras, pero también las eólicas o nucleares que a veces presentan su electricidad a coste cero: las eólicas están dispuestas a venderla a cualquier precio porque no pueden guardar el viento para producir en otro momento, como hacen las hidroeléctricas con el agua embalsada, y las nucleares tienen muy difícil parar la reacción en cadena de fisión que produce su energía, así que prefieren vender la electricidad a cualquier precio que parar las centrales para ahorrar uranio. Este mecanismo hace que las empresas propietarias de estas centrales ingresen dinero sin trabajarlo: a esto se le llama “beneficios caídos del cielo” que algunos cálculos cuantifican en unos 700 millones de euros anuales que van a parar desde nuestros bolsillos directamente a la cuenta de beneficios de esas empresas.

En resumen: el temporal o la subida del precio del gas quizá han desatado la tormenta de precios. Pero esa subida se ha larvado a partir de un sistema de construcción de precios ineficiente y a la medida de las grandes eléctricas, y cuyos principales agraviados somos los consumidores.

Lo último: tranquilidad, que tú seguirás pagando lo mismo

No todas las comercializadoras eléctricas van a repercutir esta subida de precios en sus facturas. Hay algunas que lo harán automáticamente porque así lo dice la normativa: las comercializadoras de último recurso (las que comercializan el Precio Voluntario al Pequeño Consumidor, la tarifa regulada) imputan cada mes un precio de electricidad variable que depende del precio en el mercado, así que ellos pagarán este mes la factura notablemente más alta.

Pero nosotras no: las tarifas que Som Energia comercializa son de “libre mercado” y la cooperativa establece la tarifa cada año en asamblea, previendo las variaciones de precio de la electricidad para el año siguiente; mientras esta subida sea coyuntural, que es lo más probable, nuestras tarifas se mantendrán conforme lo aprobado por la asamblea el pasado verano: ¡recuerda que el 1 de julio de 2020 nuestros precios bajaron y que en enero de 2021 se congelaron!

Hazte cooperativista y di adiós a las eléctricas de siempre

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