El Espacio Serendipia acogió el sábado 25 de noviembre los IX Encuentros Energéticos, el momento que dedica la cooperativa a compartir conocimientos, plantear iniciativas, reflexionar colectivamente y, sobre todo, vernos y charlar hablando de energía.
En esta ocasión nos centramos en las barreras a la Energía Ciudadana y nos preguntamos: ¿por qué no hay ya cientos de proyectos de autoconsumo compartido con los beneficios ambientales, sociales y económicos que tienen? ¿Por qué hay proyectos que esperan más de un año hasta estar legalizados? ¿Por qué de los doce mil contratos de autoconsumo que comercializa Som Energia solo 200 son compartidos?
Para dar respuesta a estas preguntas comenzamos la jornada con la presentación del informe Autoconsumo en España: diagnóstico, retos y propuestas a cargo de María Prado, miembro de Greenpeace y coautora de este estudio desarrollado por la Alianza por el Autoconsumo. Hay barreras regulatorias, normativas, sociales, económicas que han sido recopiladas en este informe y que María nos desgranó para comprobar que efectivamente no estamos solas: todas las entidades que están promoviendo estos proyectos sufrimos parecidas dificultades. Lo que no es un consuelo, pero ayuda a sobrellevar las penas.
Tras esta presentación, tuvimos una mesa redonda para exponer miradas distintas a una misma realidad. Compartimos mesa con María Jesús Jimenez, de CYLSolar, Càrol Coll, de Som Energia y Sonia Olmo, nuestra última incorporación al equipo técnico de Energética. Con ellas hicimos el repaso de las dificultades más sangrantes, de las barreras más incomprensibles y que conforme avanzaba la mañana iban personalizándose en dos actores principales: las distribuidoras eléctricas y la administración regional. La falta de coordinación entre provincias, la ausencia de regulación del gestor de autoconsumo compartido, la poca claridad en los requerimientos de las distribuidoras que cambian de una semana a otra, de una instalación a otra, fueron algunas de las más evidentes.
Pero no podemos permitirnos caer en el desánimo y pese a lo abrumadora de la tarea y la acumulación de problemas, enseguida nos pusimos a buscar soluciones. Y comenzamos con una recomendación: trabajar desde el optimismo, desde la colaboración (incluso con quien no quiere colaborar) con el convencimiento de que este tipo de proyectos sirven para mejorar la vida de las personas.
Pues muy bien. Con esa dosis de buenrollismo ya estaría, ¿no? ¡Claro que no! Intentamos concretar algunas de las acciones que desde la cooperativa podríamos poner en marcha para agilizar los procedimientos de estos proyectos de Energía Ciudadana. Por ejemplo reclamando coordinación en la administración regional, ofreciendo incluso espacios de encuentro y formación entre personal del sector público e instaladores para resolver dudas y afianzar protocolos lógicos y comprensibles. Pero también aliándonos con otras entidades, a través de las redes en las que participamos (Alianza por el Autoconsumo o el Clúster Solar) para hacer llegar a la administración regional nuestras reclamaciones. Y, por último, creciendo como cooperativa: tenemos que ser más para hacer valer nuestra voz, más personas y mejor formadas para hacer frente a unas inercias de un modelo energético que tenemos la obligación de transformar.