Hola, me llamo Jesús María Domínguez, 48 años, casado y con dos hijos. Me siento más o menos concienciado con el medio ambiente, siempre con la aspiración de poder hacer algo más por la conservación del planeta y de su biodiversidad y siempre con la duda de si realmente se puede. Creo firmemente que la verdadera riqueza del ser humano consiste simple y llanamente en poder recibir algo bueno y ser capaz de dejar algo mejor.

Últimamente me siento especialmente sensibilizado con el tema de la energía. Sobre todo a raíz de la lectura, hace un par de años, del libro de Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, «EN LA ESPIRAL DE LA ENERGÍA», un texto descargable en .pdf de la página de ecologistas en acción (que también puede comprarse en papel para ayudar al coste editorial) y que recomiendo a todo aquél que pueda albergar alguna duda sobre el determinante papel de la energía en nuestro devenir humano.

Para mí es obvio que en nuestro tiempo no estamos haciendo bien las cosas. Me incluyo en el plural englobando a toda la colectividad humana que «gestionamos» el planeta en estos momentos. Mi ingenua visión de la especie, precisamente se basa en la necesidad de un trabajo cooperativo para la consecución de cualquier fin, tanto para lo bueno, como para lo malo. Por mi trabajo sé que una cooperativa es una entidad de «economía social», en la que los socios cooperativistas no sólo buscan un objetivo económico o de lucro, aunque éste pueda formar parte de él. Hay cooperativas en las que se cooperativiza el trabajo, llamadas de trabajo asociado. Pero también hay cooperativas de usuarios y consumidores, de explotación comunitaria de la tierra, del mar, de crédito, de servicios… todo ello fiel reflejo de la condición humanas de trabajar juntos por un objetivo común y diverso. Por ello, cooperativizar el consumo de energía renovable, me ha resultado un concepto muy cómodo de encajar en EnergÉtica. Una cooperativa cuyo fin es el fomento de la producción y consumo de la energía renovable del único modo en que el actual entorno económico le permite: implicando directamente al consumidor; sin intermediarios ni accionistas cuyo fin es exclusivamente lucrativo. Este concepto, salvando las distancias, es del pequeño productor de naranjas que vende directamente al consumidor por cajas. Al final el kilo te sale al mismo precio, pero el trasfondo es que ni tú ni él lo hacéis con el exclusivo fin del lucro. Y eso marca la diferencia.

Cuando vino Iban a darnos la charla a Ciudad Rodrigo, un pueblo de la provincia de Salamanca manifiestamente envejecido y con una alarmante despoblación «in crescendo», yo ya llegué prácticamente convencido. Siempre busqué la manera de independizarme de estas grandes compañías eléctricas, llevan muchos años tomándome por tonto. Pero se me hacía cuesta arriba el cambio, no sé por qué, lo veía como muy difícil. Sin embargo he constatado lo fácil que puede resultar con iniciativas como ésta. Sin contar con lo a gusto que me he quedado. Quiero decir, es una sensación única cuando consigues que tus actos se acoplen a tu forma de pensar, es como resolver un problema complejo de matemáticas, encajar una pieza más del puzzle: que tus actos sean, por fin, consecuencia de tus ideas.

Soy el 400, pero ojalá fuera el 400.000. Ánimo a todos los que desde dentro lo hacéis posible, me consta la dificultad que entraña mantener en marcha la iniciativa. Seguid así. Un abrazo.

 

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